miércoles, 30 de junio de 2010

Operaciones psicológicas

De esta forma, se inició la utilización de los medios de comunicación por parte de las elites dominantes, con la finalidad de servir de agentes legitimadores de los esquemas represivos que lesionaron, principalmente en América Latina, los conceptos elementales de autodeterminación popular y participación ciudadana: sirvieron y sirven como instrumentos de la clase dominante para monopolizar el poder. Con la masificación de la televisión, las formas de manipulación ciudadana habrían de potenciarse por parte de los consorcios mediáticos, refinando su papel protagónico en la expansión imperial acelerada por el globalismo.
Es así como, el control de la opinión pública se ha convertido para el imperialismo en un nuevo escenario de guerra mundial, teniendo en la figura de las grandes cadenas noticiosas sus principales posiciones de ataque. Para el profesor Manuel Freytas, define a dichas Guerras Psicológicas ó guerras de cuarta generación como: "el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientadas a direccionar conductas, en la búsqueda de objetivos de control social, político o militar, sin recurrir al uso de la armas... El bombardeo militar es sustituido por el bombardeo mediático: las consignas y las imágenes sustituyen a las bombas, misiles y proyectiles del campo militar".

Otros son los elementos atentatorios contra la seguridad de los países agrupados bajo el paraguas del sistema democrático, caso de Venezuela, y en función de ello se revisarán estructuras y procederes, haciendo buena la siguiente reflexión: "Ante una nueva situación estratégica, y los tiempos en que vivimos, la responsabilidad de las Fuerzas Armadas es prepararse para el futuro, no para el pasado". (1).
La utilización de la nanotecnología, la biotecnología, los nuevos materiales, las fuentes alternas de energía, la microelectrónica, la computación y los circuitos impresos, abrió amplias posibilidades para el diseño y fabricación de armas "inteligentes" e "invisibles", con elevado poder de penetración y destrucción, transformando significativamente el uso de sistemas de armas como los de artillería, los proyectiles de largo alcance, los sensores y los sistemas de detección en general, incrementando la exactitud y la rapidez.
Es la guerra informacional, caracterizada por el uso de intangibles, acciones ofensivas no cinéticas (virus, caballos de Troya, lombrices, bombas lógicas, denegación de servicios, etc.) para "afectar los procesos enemigos basados en la información, los sistemas de información y las redes basadas en computadoras". (3). El impacto primario de esta situación es la definición de novísimas doctrinas, donde la estrategia y la táctica se acercan considerablemente, pues amén de modificarse la forma de combatir, lo hicieron las razones y motivos del combate, y la definición de enemigo. En correspondencia, la guerra psicológica ganará espacio, especialmente la dirigida a cambiar la visión del mundo sostenida por el contrario, originándole crecientes estados de ansiedad. Simultáneamente, se transformarán los aspectos logísticos como la protección de civiles involucrados en los conflictos, dada la expansión del teatro de operaciones y la zona interior, y el establecimiento de inéditas normas éticas y legales. La guerra se llenará de aspectos no propiamente militares, visibles en la disuasión, la intervención y el repliegue (4).
La demanda en este sentido es por la formación de un nuevo tipo de profesional, el profesional siglo XXI, y la Fuerza Armada no están exentas de asumir esta responsabilidad, y la modernización de los componentes armados no es una necesidad vinculada tan sólo a la presencia de nuevas amenazas a la seguridad nacional, sino un proceso derivado de las modificaciones ocurridas en el conglomerado social, entre las cuales se cuentan los cambios políticos. Ahora, el fortalecimiento de la democracia pasa, indiscutiblemente, por la suficiencia del sistema en responder a las peticiones de la población por servicios eficaces, herramienta sine qua non en la mejoría de los estándares de vida.
Las exigencias gubernamentales sobre la Fuerza Armada para prestar sus fortalezas en apoyo, evidenciadas en la cobertura geográfica de la organización y la capacidad de movilización, y los efectivos y equipos militares estarán cada vez más involucrados en labores como la preservación ecológica, el socorro en situaciones humanitarias y de desastres naturales, instalación y seguridad de campos de desplazados, control de armamentos, supervisión de tráfico de mercancías, y construcción de obras de infraestructura de emergencia.
En el caso venezolano, se requiere ampliar y/o profundizar la formación de oficiales claramente conscientes de su papel no deliberante en la sociedad, regido por el más absoluto control civil, base de una democracia sólida, madura, real. La conformación de bloques económicos y políticos puede conducir a la integración militar, puntualizada en la organización de fuerzas o unidades conjuntas, pensadas en función de compartir la defensa, y por ende la seguridad, y mantener la paz. La presión diplomática sobre la resolución de conflictos empujará hacia esta realidad. La vocación integracionista venezolana, hoy por hoy irrenunciable, indica a la Fuerza Armada del país la conveniencia de transitar este camino.